¿Qué supone no cuidar la microbiota intestinal?

Seguro que hemos visto publicidad de alimentos, principalmente probióticos, tipo yogur, que aseguran que protegen o reponen la microbiota intestinal. ¿Qué significa eso? ¿Qué es la microbiota? ¿Qué efectos tiene para la salud desprotegerla?

Billones de microorganismos viven dentro de nuestro cuerpo. Una buena parte de ellos están concentrados en el intestino. Tienen una relación simbiótica con nosotros. Nuestro cuerpo le crea un ámbito en el que vivir, crecer y reproducirse y ellos nos ayudan en la digestión de los alimentos o reforzando nuestro sistema inmunológico.

La microbiota está siendo investigada por la comunidad científica y cada día sabemos más sobre ella. Por ejemplo, aparte de ayudarnos en la asimilación de ciertas vitaminas, hoy sabemos que previenen enfermedades como el cáncer.

La microbiota es lo mismo que la flora intestinal. También nos podemos referir a ella como flora gastrointestinal, microflora o microflora intestinal.

En el libro “Las maravillas de la flora” aclara que durante más de 100 años nos hemos estado refiriendo a ella como “flora intestinal”, ya que se pensaba que estaba formada por hongos y bacterias. A medida que la biología se ha centrado en su estudio, se ha percibido que los hongos y bacterias solo son una pequeña parte. En este ecosistema microscópico encontramos arqueas y hasta virus, que curiosamente actúan sobre nuestro cuerpo, beneficiándolo y no atacándolo.

No estamos hablando solo de vegetales. Si no de todo un ecosistema formado en el interior de nuestro cuerpo. Desde un punto de vista científico, a toda esta colonia de seres microscópicos, se le debería catalogar como microbiota.

¿Qué es la microbiota? 

La microbiota son millones de seres microscópicos que habitan en nuestro cuerpo. Entre ellos encontramos bacterias, hongos y virus. Todos juntos pesan 2 Kg, lo mismo que nuestro cerebro.

Encontramos microbiota en el intestino, en el estómago, en la piel, en la boca y en los genitales femeninos.

Son seres que están naciendo y muriendo continuamente. Hay una reposición constante de la misma. Podríamos considerar que son como células del cuerpo, pero tienen una entidad propia. Son seres vivos, o entes, como los virus, que necesitan de una célula o de otro microorganismo vivo para complementarse.

La microbiota nos acompaña desde que nacemos hasta que nos morimos.

El portal de información científica Elsevier señala que son parte imprescindible del organismo humano. Sin estos seres, muchas funciones vitales no las podríamos llevar a cabo. Su aportación al organismo es tan variada como su propia diversidad.

Algunas bacterias nos ayudan a descomponer los alimentos, otras segregan un ácido graso que facilita la asimilación de determinadas vitaminas. Otras, en cambio, refuerzan el sistema inmunológico, atacando microorganismos patógenos que puedan dañarnos.

Cumplen funciones complementarias o adicionales a la función que desempeñan algunos órganos del cuerpo humano. Intervienen en muchos procesos fisiológicos, como la nutrición, la protección del cuerpo, el desarrollo somático, etc. A su vez, aportan genes, el microbioma.

Algunas enfermedades crónicas, no transmisibles, están relacionadas con una reducción de la microbiota. Nos referimos, por ejemplo, al cáncer, al síndrome metabólico, a las enfermedades inflamatorias y a algunos trastornos de la conducta.

En la sociedad moderna, nuestro estilo de vida sedentario, los malos hábitos en alimentación y el estrés contribuyen negativamente a la cantidad y calidad de la microbiota.

El consumo excesivo de antibióticos también influye en la reducción de microbiota. Los llamados antibióticos de amplio espectro destruyen todo tipo de bacterias. Las buenas y las malas. Lo que puede debilitar nuestro sistema inmunológico y provocarnos alteraciones nutricionales.

La microbiota son pequeños seres colonizadores que ayudan al cuerpo humano.

Qué efectos tiene no cuidar la microbiota.

Como es lógico, no cuidar nuestra microbiota intestinal tiene efectos negativos para la salud. Estos son algunos de los más destacados:

  1. Problemas digestivos crónicos. Un desequilibrio en la microbiota provoca diarrea, estreñimiento, acumulación de gases. La mala calidad de la microbiota está relacionada con enfermedades del intestino como el Síndrome de Intestino Irritable (S.I.I.), la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.
  2. Mala absorción de nutrientes y déficit de vitaminas. Una microbiota dañada va a dificultar la absorción de vitaminas y de minerales esenciales como el calcio y el hierro. Como efectos físicos nos va a provocar fatiga, anemia y debilidad ósea.
  3. Mayor riesgo de obesidad y diabetes. Se ha demostrado que una microbiota alterada influye en el metabolismo y la acumulación de grasa. La alteración de la microbiota aumenta la resistencia del cuerpo a la insulina, favoreciendo la aparición de la diabetes tipo 2.
  4. Sistema inmunológico debilitado. Un dato del que no solemos partir es el de que el 70% del sistema inmunológico se encuentra en el intestino. Por lo que una alteración del mismo, incluida la microbiota, va a aumentar el riesgo de sufrir infecciones.
  5. Trastornos de salud mental. Existe una fuerte conexión entre el intestino y el cerebro. Es lo que se conoce como el eje intestino-cerebral. Un mal estado de la microbiota puede influir en la aparición de la ansiedad, la depresión, el estrés y en las conexiones neuronales del cerebro con otras partes del cuerpo.
  6. Inflamación crónica. Las dolencias en el intestino aumentan la inflamación del cuerpo, lo que contribuye a que aparezcan enfermedades como la artritis, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

Cómo se desgasta la microbiota.

La revista Cinfa Salud indica que muchas de las cosas que hacemos mal en nuestra vida afectan negativamente a la microbiota intestinal.

Una de ellas es la alimentación. Una dieta pobre en fibra y con un consumo excesivo de carnes, grasas y azúcares va a alterar la composición de la microbiota, disminuyendo la capacidad del intestino para asimilar nutrientes esenciales.

El sedentarismo y el estrés influyen en el estado de la microbiota. Lo hacen en sentido distinto. El sedentarismo acostumbra al cuerpo a estar en reposo, lo cual va a perjudicar el tracto intestinal, reduciendo la actividad de la microbiota y perjudicando su necesaria reproducción.

Por otro lado, el estrés crea tal nivel de excitación nerviosa en el cuerpo, que lo somete a un nivel de actividad que no se acompasa con el ciclo natural de la microbiota. Lo que termina destruyéndola en parte.

Hábitos como el consumo de alcohol y tabaco son perjudiciales para la microbiota. Entre otras cosas, resecan el cuerpo y crean un entorno hostil para los microorganismos beneficiosos.

El insomnio y los trastornos del sueño son otros de los problemas que afectan a estos microorganismos. El periodo de sueño supone un momento de recuperación y reposición del cuerpo, y también lo es para la microbiota. Por lo que no dormir lo suficiente, impide que la microbiota se regenere.

La edad es otro factor de riesgo. A partir de los 60 años se reduce la cantidad de bacterias beneficiosas en el intestino. Esto hace que este sector de edad sea propenso a padecer trastornos digestivos.

Por último, algunos medicamentos también destruyen la flora intestinal. Lo podemos ver en el prospecto de la medicina, en el apartado de efectos secundarios. Si en la lista de posibles efectos encontramos la diarrea, es porque ese medicamento ataca a la microbiota. Entre los medicamentos más dañinos para la microbiota encontramos a los antibióticos y a los antisépticos.

Cómo recuperar flora intestinal.

Debemos saber que con un estilo de vida saludable, la microbiota se regula por sí misma. Llevar una alimentación equilibrada y practicar con frecuencia ejercicio de bajo impacto favorece la recuperación de la microbiota dañada.

El proceso natural de recuperación es lento y progresivo. Puede ser que nosotros necesitemos o queramos hacerlo más rápido. En el mercado hay una gran variedad de complementos probióticos que aceleran la reposición de la flora intestinal. Para adquirirlos recomendamos acudir a tiendas especializadas. Como Probactis, la tienda online de un laboratorio español especializado en microbioma, donde encuentras complementos específicos para cada problema, desde el refuerzo del sistema inmunológico, hasta la mejora de la actividad intestinal.

A un nivel más casero, podemos decir, que existen comidas fermentadas que actúan como un proveedor de microbiota para el cuerpo. Estamos hablando de alimentos como el yogur natural, el kéfir, el chucrut, etc.

La cocina tradicional, de las distintas partes del mundo, se ha preocupado de reforzar la microflora intestinal de una manera empírica. Encontramos comidas basadas en alimentos fermentados o en proceso de fermentación que aportan microorganismos al intestino. Son por ejemplo las lentejas estofadas, cocidas con vinagre o con vino, y la soja fermentada, utilizada en Asia como ingrediente en una amplia variedad de platos.

Determinados vegetales crudos favorecen el crecimiento de las bacterias beneficiosas para el cuerpo. Son por ejemplo la cebolla, el ajo y el apio. Su incorporación en ensaladas o en otros platos facilita la reposición de la microbiota perdida.

Para los casos más extremos, la doctora Rosa del Campo, del instituto de microbiología del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, habla del uso de los trasplantes fecales. Es decir, la introducción de cultivos, creados en laboratorio, dentro del intestino del paciente.

Existen diferentes opciones para recuperar la flora intestinal. Cada una ajustada a una situación concreta. Es importante utilizar la correcta. Cuidar nuestra microbiota es cuidar nuestra salud.

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