Por qué cada vez se recurre más a las residencias

Seguro que lo has pensado alguna vez. Antiguamente, era la norma que las familias cuidaran de sus padres hasta el último día. Abuelos, hijos y nietos convivían bajo el mismo techo y compartían el cuidado de los más mayores. Era una costumbre sana y necesaria, que transmitía valores de respeto y gratitud hacia quienes nos dieron la vida. Sin embargo, en nuestra sociedad moderna, esta práctica se ha ido perdiendo. Cada vez más personas optan por llevar a sus mayores a una residencia. ¿Por qué está ocurriendo esto? Este escrito es una reflexión sobre las causas que nos han llevado a esto y las consecuencias que tiene.

 

Un aumento significativo de los ingresos

En los últimos años, el porcentaje de personas mayores que ingresan en residencias ha crecido de forma notable. En España, actualmente, cerca del 4,3% de los mayores de 65 años vive en una residencia. Este porcentaje se eleva hasta el 16% en mayores de 85 años, un aumento que no se había registrado en décadas anteriores. Además, la edad media de ingreso en estos centros también ha cambiado: hoy en día, la mayoría de los ancianos ingresan alrededor de los 82-83 años, una edad ligeramente superior a la de generaciones pasadas, cuando la media rondaba los 78-79 años.

Este incremento está ligado a varios factores. Por un lado, la esperanza de vida ha aumentado significativamente, lo que hace que muchas personas lleguen a edades muy avanzadas con problemas de salud complejos que requieren atención constante. Por otro lado, las familias tienen menos tiempo y recursos para hacerse cargo de estos cuidados, lo que lleva a la necesidad de delegar esta responsabilidad a las residencias.

 

Esto es diferente en otros países

Si miramos a otras culturas, encontramos ejemplos de países donde el ingreso en residencias es algo casi inexistente. En muchas regiones de Asia, como Japón, Corea del Sur o India, los ancianos son cuidados en casa por sus hijos. Esto se debe en gran parte a un sistema de valores que prioriza la familia y al sentido del deber hacia los mayores. En estos países, vivir con los abuelos es común y se considera un honor cuidar de ellos.

En contraste, en sociedades occidentales como la nuestra, el individualismo y la búsqueda de la independencia han cambiado la dinámica familiar. La incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral y la reducción del número de hijos por familia también han influido. Mientras que en Asia el respeto hacia los mayores sigue siendo algo fundamental de su cultura, aquí tenemos nuevas prioridades que han modificado nuestra forma de entender la vejez y el cuidado familiar. En nuestra cultura, cada día se desvalora más la vejez, lo que invalida automáticamente a las personas cuando superan ciertas edades.

Esto sucede debido a que todo está enfocado a la producción, al materialismo y al consumo. La mayoría de las películas que vemos, los anuncios, las series, los libros están enfocados a presentar protagonistas cada vez más jóvenes y pocas son las que presentan una situación donde los protagonistas son mayores de ciertas edades, como si a partir de cierta edad se acabara todo.

En países asiáticos la sociedad también se enfoca al materialismo y al trabajo, pero con una gran diferencia. Ellos tienen muy presente el respeto, las raíces, la familia y el sentido de la comunidad, al contrario que nosotros, que cada vez lo estamos perdiendo más. A nosotros nos han inculcado más valores como la independencia, la libertad, el desapego y la modernidad. El trabajar por y para nosotros mismos y por tener más y no por una causa común ni por el sentido de pertenencia.

Siendo sinceros muchas personas consideran hoy en día triunfadores a los que viven con parejas que van cambiando con el tiempo o solteros y con muchas posesiones materiales, y perdedores a padres y madres de familia que trabajan de sol a sol por sacar a los suyos adelante.

¿Es esta perspectiva una visión avanzada de las cosas o es algo egoísta y deshumanizado? Parece que estamos avanzando bastante a nivel material, pero involucionando irremediablemente a nivel espiritual y de conciencia que, al fin y al cabo, es lo que realmente somos todos.

 

Nuestro ritmo de vida nos obliga a hacerlo

Desde la Residencia de Ancianos Nuestra Señora del Rosario, ubicada en Valladolid, nos han compartido su punto de vista sobre esta realidad:

“Sabemos que muchas personas se sienten culpables por llevar a sus padres a una residencia, porque se ha creado un estigma en torno a ello. Sin embargo, la sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas. Hoy en día, las exigencias laborales, las jornadas interminables y las dificultades para conciliar la vida familiar, hacen que muchas familias simplemente no puedan cuidar de sus mayores como quisieran.”

Los responsables de este centro explican que cada vez más personas acuden a ellos porque necesitan ayuda profesional para garantizar el bienestar de sus padres o abuelos.

“El cuidado de una persona mayor requiere conocimiento, paciencia y mucho esfuerzo. Muchas familias intentan hacerlo todo y terminan agotadas. Eso genera un gran estrés, problemas de salud mental y, en algunos casos, conflictos familiares.”

También destacan la importancia de entender que las residencias no son lugares fríos ni impersonales.

“Aquí trabajamos con mucha vocación. Sabemos que no estamos solo cuidando a personas mayores; estamos cuidando a personas que lo han dado todo por sus hijos, como lo dieron nuestros padres por nosotros. Tratamos a cada residente con el amor y el respeto que se merece, porque entendemos lo valiosos que son para sus familias.”

 

El impacto del estrés en las familias

El ritmo de vida actual no solo afecta a nuestra capacidad de cuidar a los mayores, sino también a nuestra salud mental. Estudios recientes han demostrado que el estrés crónico al que se ven sometidas muchas familias está provocando un aumento alarmante de patologías como la ansiedad y la depresión. Según datos de la OMS, el 25% de los adultos europeos sufre algún tipo de trastorno mental relacionado con el estrés.

La carga de trabajo, las responsabilidades económicas y la falta de tiempo libre son factores que agravan esta situación. En muchas ocasiones, el cuidado de un familiar mayor se suma a estas presiones, generando un nivel de agotamiento insostenible. Este agotamiento no solo afecta a los cuidadores, sino también a los propios ancianos, que pueden sentir que son una carga para sus seres queridos.

Por eso, optar por una residencia, en este contexto, no debería verse como una decisión egoísta, sino como una forma de garantizar que los mayores reciban la atención que necesitan sin poner en riesgo el equilibrio emocional de sus familias.

 

¿Vale la pena este ritmo de vida?

Llegados a este punto, es necesario reflexionar: ¿podemos seguir viviendo a este ritmo? La tecnología y las demandas de la sociedad moderna nos han llevado a estar constantemente ocupados, siempre conectados, pero más distantes que nunca. Estamos perdiendo algo muy valioso: el contacto humano y la unión familiar.

El tiempo que antes se dedicaba a convivir con los mayores, a escuchar sus historias y aprender de su experiencia, ahora se invierte en cumplir plazos, atender correos y revisar redes sociales. Esto no solo afecta a nuestras relaciones con ellos, sino también a nuestra propia calidad de vida.

Es importante preguntarnos si este modelo de vida es sostenible. Quizá sea momento de replantearnos nuestras prioridades y buscar un equilibrio que nos permita recuperar ese contacto humano que tanto nos enriquece. Porque, al final del día, lo que realmente importa no es la cantidad de tareas que logramos completar, sino las relaciones que construimos y el amor que compartimos con nuestras familias.

 

¿Hay alguna solución posible?

Tal vez podríamos empezar a dejar de buscar milagros y justificarnos y cambiar lo único que puede solucionar ese problema y es nuestra percepción de las cosas y lo que consideramos nuestras prioridades.

Puede que, en vez de buscar tener una televisión más grande, un coche más moderno, que toda la familia tenga el móvil más avanzado del mercado y todos vayan al colegio vestidos de marca, podríamos priorizar otras cosas. Como, tal vez, trabajar menos para no necesitar tanto dinero, conformarnos con lo que tenemos y ser más sencillos. En vez de conectarnos tanto a las redes sociales y a la televisión, apagarlo todo y aprovechar el tiempo que estamos juntos.

Puede sonar idílico, pero, para realizar ese cambio, solo se necesita una cosa que todos tenemos: fuerza de voluntad. Al principio será difícil, puede que la familia no quiera colaborar, pero sigue adelante y hazte consciente.

Cuando estemos al final de nuestra vida, puede que en una residencia, y miremos atrás… ¿Qué preferiríamos ver? ¿Miles de pantallas, películas, videos y juegos que hemos visto y experimentado a través de los aparatos? ¿O tal vez las caras sonrientes de nuestros seres queridos, vivencias y dificultades compartidas juntos, aventuras y paisajes bonitos y cientos de muestras de amor?

La elección es de cada uno de nosotros. Acabemos o no en una residencia, aprovecha tu vida y cuida de los tuyos.

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